martes, 23 de febrero de 2010

EL MISTERIO DE LA LLAVE DESAPARECIDA



¿Fue Mary Jane Kelly víctima o cómplice del Destripador? 


El 9 de noviembre, a John M`Carthy, propietario de varias casas del humilde barrio de Whitechapel, las cuales había subdividido en pequeños habitáculos que alquilaba por cuatro chelines semanales, se le agotó la paciencia, y envió a su ayudante Thomas Bowyer a cobrar deudas. Mary Jane Kelly fue la primera en ser visitada, los treinta y seis chelines que la joven prostituta debía a su casero tuvieron la culpa de que Bowyer estuviera llamando a aquella puerta a las once menos cuarto de la mañana.

Como nadie le contestó, se dirigió a la única ventana que el miserable cuartucho tenía, metió la mano por el cristal que llevaba meses roto, y retiró el viejo abrigo que hacía las veces de cortina. Lo primero que apareció ante sus ojos fue la mesa que estaba junto a la ventana, sobre ella podía verse una nariz, unos pechos y gran número de trozos de carne humana. Todo indicaba que el despreciable individuo al que se atribuían diversos y macabros asesinatos había estado allí la pasada noche, descargando su sed de sangre en el cuerpo de la joven muchacha, a la que él pretendía reclamar la deuda pendiente.

Siguió observando, y pronto descubrió que en la cama, sobre un gran charco de sangre, yacía la nueva víctima del temible Jack. Su rostro estaba totalmente despedazado y de su rasgado vientre habían extraído las entrañas, para esparcirlas de forma alocada por toda la habitación. Tan atroz espectáculo se completaba con el nauseabundo olor que de allí salía, a través de aquel vidrio roto.

Aterrorizado por tan dantesco espectáculo, corrió en busca de su jefe, el cual acudió de inmediato, para comprobar que su empleado no había sido víctima de una terrible alucinación. Era evidente que el siguiente paso tendría que ser avisar a la policía. M`Carthy pidió a Bowyer que se acercara a la comisaría de la calle Commercial, e informara de lo acaecido. Hasta que los agentes del orden se personaran en el lugar, él montaría guardia junto a la puerta del apartamento, donde yacía su desafortunada inquilina.


                                                                              
                   
No tardó en llegar el inspector Beck, quien -una vez comprobada la veracidad de lo testimoniado por Thomas Bowyer- procedió a avisar al superintendente Arnold, al inspector Abberline, al doctor Phillips y a sir Charles Warren, jefe de la policía metropolitana.


Mientras éstos acudían. el vecindario empezaba a concentrarse en torno a la puerta de la popular y estimada por todos Mary Jane Kelly. El nerviosismo y la tristeza eran generalizados, pero algunos tenían algo más que inquietud y dolor. Tenían, o al menos  ellos creían tener, interesantes detalles que aportar a la investigación.


Elizabeth Prater, la joven prostituta que vivía justamente sobre el apartamento de Mary, comentó a todos los allí presentes cómo ella, hacia las cuatro de la madrugada, se había despertado, por culpa de n fuerte grito que alguien -¿quién sino la propia víctima?- lanzó desde la vivienda de su vecina. Como al grito le sucedió un profundo silencio, no le dio demasiada importancia, por lo que pronto se volvió a quedar dormida. Ahora se lamentaba de su egoísta y apática reacción, que le impidió auxiliar a la desdichada mujer que allí yacía despedazada. Tales lamentos llegaban tarde, el miserable Jack había vuelto a actuar y, como siempre, se había escapado inmune y victorioso.
 
Por el contrario, Caroline Maxwell aseguraba haber estado charlando con Mary Kelly mucho después de esa hora, hacia las ocho treinta de la mañana. Caroline le comentó que se la veía con cara de cansancio, a lo que la joven respondió, disculpándose por su mal aspecto, que había pasado mala noche. Por supuesto que su aspecto no era bueno, pero al menos estaba viva, repetía una y otra vez Caroline a todos los presentes. Además, añadía con idéntica insistencia, algo más tarde volvió a verla hablando con un caballero, con el que se alejó del lugar.


Ante tanta incertidumbre, el vecindario entero pedía a los policías que abrieran de una vez aquella puerta, y empezaran a actuar. Era urgente salir de dudas, saber quién era la víctima y qué barbaridades habían cometido con su cuerpo. Para sorpresa de todos, el superintendente Arnold les respondió que era imposible abrirla, porque estaba cerrada con llave.

¿Cerrada con llave? ¿Cómo? Hartos estaban todos ellos de ver a Mary Jane, a su novio Joseph Barnett, o a su amiga María Harvey abrir, metiendo el brazo por el cristal roto de la ventana, y alargando el brazo hasta alcanzar el pestillo de la cerradura. La llave se perdió hacía meses, y ellos no tenían un mal penique para hacerse con una nueva. Tampoco había allí nada que robar, por lo que no le dieron importancia a la incómoda situación. Ahora, para sorpresa de todos, era imposible abrir la puerta, porque estaba cerrada con llave.

¿Quién podría creerse que hubiera aparecido precisamente ahora? ¿Quién tuvo la llave en su poder durante tanto tiempo?  ¿El propio Jack llevaba meses con la llave de aquella casa en su bolsillo? ¿Quién se la dio? ¿Con qué finalidad se la dieron?


Cuando el superintendente Arnold llegó, todo lo que se le ocurrió fue pedir que arrancaran el marco de la ventana, para observar mejor el interior de la vivienda, y poder así sacar algunas fotos.

Las fotos se sacaron ¿Y ahora qué? A seguir esperando a que llegara sir Charles Warren quien, por cierto, nunca se presentó en aquel lugar, puesto que acababa de dimitir

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