jueves, 4 de marzo de 2010

LOS CÓMPLICES DE JACK EL DESTRIPADOR



¿Fue sir William Gull el Destripador, o sólo su cómplice?



El 8 de septiembre de 1888, cuando el reloj de la iglesia más cercana marcaba las 6 de la mañana, John Davis, un humilde carretero que vivía en el 29 de la calle Hanbury, abandonó su casa, para dirigirse a su trabajo. No se fue directamente, sino que entró un momento al patio común de edificio, y allí se encontró con un espectáculo dantesco. Una mujer yacía estrangulada y degollada. Sus faldas alzadas mostraban su vientre desgarrado, del cual habían extraído útero, ovarios, vejiga, intestinos... para esparcirlos alocadamente en torno a la víctima.


No contento con tales destrozos, el asesino se entretuvo en arrancar los anillos de sus dedos, rebuscar en sus bolsillos, sacando todo lo que en ellos había, para acabar esparciendo igualmente todo por el suelo.


Mr. Davis salió inmediatamente a pedir ayuda, y pronto el lugar se convirtió en un hervidero de curiosos y agentes del orden.


Uno de los primeros en acudir fue Mr. Cadosh, que vivía en el 27 de dicha calle, cuyo patio compartía un muro con aquél en el que acababa de aparecer la mujer asesinada. Aseguraba haberse levantado pasadas las cinco, y haber estado en el patio de su casa alrededor de las cinco y media, sin haber escuchado absolutamente nada, salvo un pequeño grito de mujer, un simple "NO", al que siguió un golpe, dado sobre la valla que ambos patios compartían. Nada que llamara excesivamente su atención.

Más tarde apareció otra testigo. Se trataba de Elizabeth Long, quien regentaba un puesto de frutas y verduras en el cercano mercado de Spitalfields, la cual, como cada día, había salido de casa alrededor de las cinco y media. Al pasar junto a la puerta del 29 de Hanbury, se cruzó con una pareja, ambos desconocidos para ella. El caballero le estaba preguntando a la mujer que lo acompañaba: "¿Lo harás?".A lo que la mujer respondió afirmativamente.

En media hora, el tristemente famoso Destripador había degollado a Annie Chapman, que así se llamaba la víctima, cometiendo todo tipo de tropelías con su cuerpo. Más aún, tuvo incluso tiempo de escapar sin dejar huella alguna, ni siquiera una pisada ensangrentada que hubiera podido dar a los policías la menor pista de la envergadura física del culpable.

El 10 de septiembre se celebró el juicio, para esclarecer lo ocurrido. Ante el juez WHynne Baxter, el doctor Phillips, quien llevó a cabo la autopsia afirmó:


"Obviamente fue obra de un experto o, al menos de alguien que tenía suficientes conocimientos de exámenes anatómicos o patológicos para poder sacar los órganos pélvicos con un solo corte de cuchillo...   Semejantes mutilaciones, hechas con cuidado y profesionalidad, yo no habría tardado en hacerlas menos de una hora..."


¿Pudo hacer todo ello un solo hombre, en un oscuro patio, en menos de media hora?


Las sospechas de todos recayeron sobre un experto cirujano, pero no sólo podría tratarse de un gran profesional, tenía que ser alguien bien acompañado, y bien protegido. De lo contrario, ¿cómo se explicaría que el jefe de la policía metropolitana acudiera inmediatamente al depósito de cadáveres, a ordenar que lavaran el cuerpo de la víctima antes de que el doctor Phillips llegara, y procediera a hacer la autopsia?

¿Quién sino sir William Gull unía la condición de magnífico profesional, y hombre de confianza de la reina Victoria y de su hijo, el Príncipe de Gales

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